Un extraordinario legado estructural y plástico, cuya protección supone un gran paso para la salvaguarda de la arquitectura moderna.
Javier Domínguez Rodrigo.
Arquitecto.
La declaración como Bien de Interés Cultural de la iglesia de San Nicolás de Bari (1958-1962), proyectada por Gonzalo Echegaray y Eduardo Torroja e incluida en el registro internacional del Do.co.mo.mo Ibérico, supondrá el reconocimiento al incalculable valor de una obra única.
La excelencia arquitectónica de tan singular templo debe mucho al soberbio retablo de un artista genial, Nassio, que cuenta con la colaboración de su amigo el pintor Andrés Cillero considerado, junto al Equipo Crónica fundado por Manolo Valdés, como uno de los precursores del “pop-art” hispano.
Gandía tiene el privilegio de contar con la plástica contemporánea de una figura pionera, uno de los creadores valencianos del siglo XX más sólidos y fecundos. Porque en la parroquia del Grao, Nassio ejecuta uno de sus trabajos cerámicos más pedagógicos: una pieza magnífica de orfebrería narrativa con la que apuesta por la simbología abstracta y la fragmentación deconstructiva.
El mosaico como corteza vegetal, traje o segunda piel que Gaudí concibe magistralmente para el Parque Güell y la Casa Batlló, brinda a Nassio un amplio abanico de alternativas constructivas -multiestratificación, desmaterialización,…- y simbólicas –“Cosmoísmo”,…-. Lo táctil se hace magistralmente presente y la piel con sus relieves, detalles, texturas, llagas e imperfecciones cobra vida.
La técnica textil se incorpora a la arquitectura de todas las grandes civilizaciones, como fórmula Rykwert –“La Casa de Adán en el Paraíso”– clarificando el origen de la primera casa y su influencia en los lenguajes religiosos, especialmente rabínicos y cristianos (Templo de Salomón, tabernáculo,…).
Toda la capilla de Gandía anuncia un discurso bíblico cuyo programa acuña la filigrana cerámica plagada de referencias astrológicas y zodiacales en alusión a los cuatro elementos, las cuatro virtudes cardinales, los cuatro jinetes del Apocalipsis, los cuatro ríos del Paraíso,…
De ellos se sirve Nassio para recrear su tetramorfos “cosmoísta” inspirándose en la visión del profeta Ezequiel que anticipa la de los cuatro ángeles zoomorfos del Apocalipsis de San Juan, tomados de Oriente, que protegen al Pantocrátor.
El barro es una de las materias más intemporal, versátil y arraigada de la tradición manufacturera occidental. La biografía del arte está indisolublemente ligada a ese material elaborado con arcilla y otras rocas sedimentarias que cobra vida al fusionarse con los cuatro elementos, fuego, tierra, agua y aire con que los filósofos presocráticos explican los ingredientes constitutivos de la naturaleza.
Muchas son las fuentes en las que Nassio puede saciar su sed por metabolizar la extraordinaria herencia con que la cerámica alimenta el imaginario estético en todas las culturas, aunque su principal referente es Antoni Gaudí.
Le seduce la genial aportación a la cerámica del catalán -trencadís,…- y los elaborados motivos abstractos, característicos de la compleja iconografía de Gaudí, le recuerdan como poeta de las sombras, los collages dadaístas y surrealistas de Pablo Picasso, Joan Miró y Salvador Dalí.
Nassio almacena cientos de imágenes con una responsabilidad ética que le transforma en un entusiasta activista. En 1967 publica su Manifiesto Cosmoísta planteando un arte del cosmos como camino para entender “qué somos, de dónde venimos y adónde vamos”.
Pocos artistas como él han puesto tanto empeño por ayudar a sus conciudadanos a liberarse del miedo biológico y social a la muerte, a lo desconocido, al más allá. Su quehacer durante lustros se ha encaminado a transformar esa emoción primaria de aversión al riesgo y a la amenaza en una vivencia enriquecedora y gratificante, haciendo que el espectador se sienta cómodo con otras fantasías e imágenes.
Nassio participa de la síntesis dualista platónica y comparte tanto la crítica al relativismo gnoseológico como la visión de la reminiscencia o anamnesis (conocer es recordar). En suma, de la relación entre el mundo de las ideas y el sensible.
La aventura cosmoísta denota cierto paralelismo con la búsqueda platónica del origen del mundo sensible, asimilando interpretaciones del atomismo y del pitagorismo, de las que hereda la pasión por los números y los objetos geométricos.
Frente al relato bíblico de la creación Platón propone un relato que presupone la preexistencia de elementos eternos y míticos, subordinando el razonamiento cosmológico a la teoría de las Ideas y a la presencia de una inteligencia ordenadora: el Demiurgo.
La influencia de la filosofía platónica en la producción de Nassio, firmemente impregnada de constructivismo, es enorme. Toda su obra es una constante fabulación de mundos mágicos en alusión al origen y al futuro del hombre.
En esencia, el Manifiesto Cosmoísta revela el deseo reivindicativo de comunicar con energía el pensamiento catalizador de una nueva visión artística, tal y como hicieran con anterioridad el poeta Filippo Marinetti anunciando el futurismo (1909), Piet Mondriam -De Stjil- el neoplasticismo (1917) y André Bretón el surrealismo (1924).
Su vasta trayectoria, jalonada por numerosos premios y distinciones, viene timbrada por una floración inagotable de objetos canónicos que sobresalen con autoridad frente al bulímico carrusel de imágenes consagrado por el agotamiento fetichista de la posmodernidad.
Porque San Nicolás resulta inconcebible sin el exquisito tapiz cromático de Nassio, un humanista multifacético cuyo extraordinario e iconoclasta trabajo durante más de cinco décadas merece ser preservado íntegramente para las generaciones futuras.
(Artículo anteriormente publicado en Las Provincias: https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/patrimonio-democracia-reciclaje-20210911234319-ntvo.html)
Javier Domínguez Rodrigo Arquitecto